En una escena que recuerda a esas comedias de enredo donde todo sale mal, Rigoberto Mares, alias «El Michoacano» —nombre que evoca tanto su lugar de origen como su habilidad para nadar en las turbulentas aguas políticas—, ha vuelto a acaparar los reflectores. Esta vez, ha preferido reservarse el papel del abnegado defensor del pueblo en su más reciente interpretación: una farsa donde se proclama el salvador de los ahorros de los trabajadores.
Con un discurso que podría colocarlo como el gran protagonista de una tragicomedia de teatro político, Mares dice luchar fervientemente contra la reforma a la Ley del INFONAVIT propuesta por Morena. Nos habla con tal vehemencia del riesgo a los ahorros de los trabajadores, que uno casi podría creerle si no fuese porque, en el fondo, este drama no es más que una cortina de humo diseñada para desviar la atención de sus propias maniobras internas en el PAN.
Mientras su propio partido se desintegra con renuncias de figuras históricas como Bety Rocha, Humberto Abaroa y el venerable Jorge Sandoval, Mares, cual orador demagógico, insiste en criticar desde su tribuna mediática en la calle Marquez de León. Su argumento suena más a una réplica de «los malos» en una telenovela que a propuestas concretas. Como siempre, su monólogo responde más a un deseo insaciable de poder que a un interés genuino en el bienestar de los sudcalifornianos, esas mismas personas que ni siquiera reconoce como sus conciudadanos.
Corre el rumor que todo cuanto busca Mares es asegurarse un lugar cómodo como diputado plurinominal, con una ambición desmesurada que ni siquiera el mar de Cortés podría contener. Mientras tanto, el drama sigue su curso porque lo que menos parece interesarle es la estabilidad del partido que, como un hojalata a merced del temporal, tambalea bajo su poco sutil dirección.
Parafraseando sus propias palabras, “es inadmisible” que su show continúe sin ofrecer nada más que críticas vacías, olvidando proponer soluciones concretas a los problemas que tanto le preocupan cuando le conviene. Así transcurre otro capítulo en esta tragicomedia, una obra cuya función, tristemente, parece lejos de su desenlace.
Este -querido lector- es el espectáculo de Rigoberto «El Michoacano» Mares, donde la prioridad no es el futuro del PAN o el bienestar de los trabajadores, sino el mantener su protagonismo a cualquier costo. En este teatro del absurdo, parece que el único libreto que sigue es aquel que le asegura más poder… y tiempo en el escenario.






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