Por Juan Carlos Méndez Ramírez

¡Rigo Mares: El Regreso del Titanic a BCS!

¡Paren las rotativas! ¡Suelten a los mariachis! Rigo Mares, el mago que convirtió el PAN de Baja California Sur en un recuerdo melancólico de lo que alguna vez fue, ¡ha vuelto! Sí, amigos, como una mala telenovela que se niega a llegar al final, Mares ha sido ratificado como presidente del partido. ¿Democracia interna? ¿Renovación de cuadros? ¡Bah! Esas son ideas para partidos aburridos, no para el PAN, que prefiere la comodidad de lo conocido, aunque lo conocido sea un desastre.

Recordemos su brillante gestión entre 2015 y 2018: el PAN pasó de gobernar cinco municipios a aferrarse a uno con uñas y dientes, mientras que el Congreso del Estado se convertía en una fiesta de la oposición. ¿Y las diputaciones federales y senadurías? ¡Ni hablar! Parecía que el PAN había decidido regalarlas como souvenirs a sus adversarios.

Pero no se preocupen, la culpa no es de Mares, ¡es de esos malvados titiriteros que controlan el PAN desde 2012! Esos seres oscuros que, al parecer, confunden la democracia con una piñata de la que solo ellos pueden sacar dulces. Y Mares, nuestro protagonista, no es más que una inocente marioneta en sus manos. ¡Qué drama!

Lo más gracioso es que Mares no es precisamente un hijo pródigo de Baja California Sur. Más bien parece un forastero que ha encontrado en el estado su gallina de los huevos de oro, para disgusto de la militancia local, que amenaza con una estampida digna del Serengeti. ¿Será este el despertar ciudadano que el PAN necesita o solo otra anécdota para contar en las sobremesas políticas?

Y como en toda buena tragicomedia, no puede faltar la ambición personal. Se rumorea que el verdadero objetivo de Mares es una diputación plurinominal, esa ubre presupuestaria a la que tantos políticos se aferran con la desesperación de un náufrago a un salvavidas. ¡Qué nobleza! ¡Qué sacrificio!

En fin, la ratificación de Rigo Mares es una prueba más de que la política en Baja California Sur es una tragicomedia de repetición. Una obra donde los actores son los mismos, el guion es predecible y el final, lamentablemente, lo pagamos todos. La pregunta es: ¿hasta cuándo los sudcalifornianos seguiremos aplaudiendo esta farsa? ¿Cuándo exigiremos un cambio de reparto, un nuevo director y, sobre todo, una historia que no nos haga llorar de risa… o de tristeza?

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