Por Juan Carlos Méndez Ramírez
¡El circo judicial abre sus puertas! ¡Pasen y vean al nuevo elenco de togados!
El Poder Judicial de la Federación se renueva, o eso dicen. Más que una renovación, parece una función de casting para un nuevo espectáculo circense. Más de 11 mil almas incautas se han lanzado a la arena judicial, buscando domar las fieras leyes y hacer malabares con la justicia. Un verdadero éxito de participación, según el Comité de Evaluación, que celebra la «respuesta ciudadana» como si estuviéramos hablando del estreno de la última película de superhéroes.
Claro, la cosa cambia cuando hablamos de los 15 mil correos electrónicos misteriosos que también aspiran a formar parte de la función. De esos, nadie sabe nada. ¿Serán los elefantes que aún no han llegado a la carpa? ¿O acaso payasos con aspirantes a magistrados escondidos bajo sus narices rojas? El Comité guarda silencio, manteniendo el suspenso propio de un buen mago.
Y, como no podía faltar en esta función, tenemos a nuestro Fernández Noroña, el domador de controversias, aplaudiendo el espectáculo desde la tribuna. Aunque no se subirá al escenario judicial (al menos por ahora), su presencia ya genera inquietud. ¿Imaginan a Noroña con toga? Sería como ver a un león haciendo de juez en un juicio entre gacelas.
Lo más preocupante de este circo es la «insaculación pública», un mecanismo tan transparente como una bola de cristal empañada. ¿Dejaremos la justicia en manos del azar, como si se tratara de una ruleta rusa? ¿Elegiremos a nuestros jueces con la misma seriedad con la que compramos un billete de lotería?
La renovación del Poder Judicial debería ser un proceso serio y riguroso, basado en la meritocracia y la imparcialidad. No un espectáculo de variedades donde el azar y las figuras controvertidas amenazan con convertir la justicia en una farsa. Ciudadanos, abran bien los ojos y no se dejen engañar por los malabarismos de la política. El futuro de la justicia está en juego.






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